No soy tonta y se que ya no soy una jovencita, por lo que en la cama ya no rindo igual que cuando era universitaria. Lo que más me gusta es satisfacer a mi marido y un día, se me ocurrió darle una sorpresa muy especial. Después de llegar del trabajo, empezamos a charlar en el salón hasta presentarle a una preciosidad de apenas veinte años. Quería verle gozar a su lado y me quedé a mirar mientras me tocaba, observando como se follaba a esa golfa y saciaba sus ganas de sexo con otra mujer.