No quedaba nadie en el bar y decidí tomarme la última copa mientras charlaba con el camarero. Empecé a notar como el chico me miraba fijamente los pies y me di cuenta de que eran su fetiche, así que decidí usarlos para seducirle. Logré que me los besara y con ellos pajeé su polla, hasta terminar sin bragas y follándomelo en uno de los sofás. De hecho quise sentir su polla por detrás y disfruté de una enculada muy intensa, hasta dejarle correrse sobre mis deditos.